Variedades

jueves, 14 de abril de 2016

En la República Dominicana hay plena libertad de prensa. Los medios de comunicación responden a los intereses sociales de sus dueños, y los periodistas a un ejercicio de conciencia.


La autocensura solo se puede dar por miedo o por paga. Las dos cosas se podrían presentar en la comunicación dominicana. Pero no hay una soga en torno al cuello de los periodistas, para que con una pistola en la cien echen atrás sus comentarios.

En ocasiones hay hasta libertinaje de opinión pública. Algunos lanzan acusaciones y mofas a personalidades nacionales, y a sencillos hombres o mujeres de la calle, en una afrenta al buen gusto.

Auto-censura es una cosa, y estar apegado a la ética, es otra. Grupos minoritarios de periodistas dominicanos olvidaron la ética, aspectos de moralidad informativa, para entrar a una carrera de búsqueda de recursos para el consumismo. Todo eso es posible en una sociedad abierta.

A pesar de cualquier gesto de corrupción en grupos minúsculos, la prensa dominicana es seria, objetiva y responsable. Es una vanguardia en el respaldo y vigilancia del cumplimiento de las libertades públicas. Los periodistas son soldados en defensa de los mejores intereses nacionales. Una presión a un solo periodista para que calle su voz, su pensamiento, su pluma, es un crimen insoportable, que no tolera la sociedad dominicana

La composición de la propiedad de los medios de comunicación ha variado al paso de los años, pero ello no significa que se perdió la independencia editorial. Hace unos años los propietarios de medios de comunicación eran personas individuales. Recuerdo la radio de los 60,70, y 80, y sus noticiarios, donde todavía no llegaban los consorcios.

Cierto, cuando un grupo económico es el propietario de un medio, tiene más terreno personal que proteger, inclinar la balanza y establecer murallas, que cuando un radiodifusor era dueño de su emisora y su punta de lanza, su noticiario.

Los tiempos han cambiado y la coyuntura de hoy es meramente economicista, no hay grandes violaciones de las libertades y los derechos humanos. En especial violaciones al derecho de los periodistas de difundir los hechos como ocurrieron. Más bien, hay parcelas partidarias que unos defienden, los otros atacan, y a algunos le son indiferentes.

El periodista dominicano de hoy, salvo algunas particulares, siguen siendo soldados de primera línea en la defensa de las libertades públicas del país. Este ejercicio no debe ser ensuciado por prédica partidarias momentáneas.